lunes, 17 de mayo de 2010

Estructura final

Primer Capítulo.

Samantha en el país de las pesadillas.

Samantha se metería en la madriguera, sin pararse a considerar cómo se las arreglaría después para salir. Al principio, la madriguera del conejo se extendía en línea recta como un túnel, y después torció bruscamente hacia abajo, tan bruscamente que ella no tuvo siquiera tiempo de pensar en detenerse y se encontró cayendo por lo que parecía un pozo muy profundo. El pozo era en verdad profundo, o ella caía muy despacio, porque mientras descendía, tuvo tiempo sobrado para mirar a su alrededor y para preguntarse qué iba a suceder después de todo lo que le había ocurrido. Primero, intentó mirar hacia abajo y ver a dónde iría a parar, pero estaba todo demasiado oscuro para distinguir nada.

Ella, quien caía por aquel oscuro y riesgoso hueco es fuego, es sagitario. Le encanta la aventura y lo desconocido y frente a esta historia ha tratado de tener una actitud optimista, característica de las personas que están regidas bajo este signo. Ella es fiable, honesta, sincera y dispuesta a luchar por buenas causas cueste lo que cueste, pero ya ni siquiera sabe si esta historia vale o valió la pena lucharla.
Él es agua, es cáncer. Es emocional y cariñoso, protector y simpático. Cáncer tiene mucha imaginación e intuición. Sabe ser cauteloso cuando hace falta. El carácter de un cáncer es el menos claro de todos los signos del zodiaco, esto esta claro para Samantha. . La sagitariana ha tratado de comprender a este hombre cáncer, pero le ha sido muy difícil, parece que el hombre agua sabe cómo apagar a la mujer fuego. De lo único que esta segura es que él supo cómo conquistarla, y bueno¿cómo lo hizo?, en realidad fue una cosa muy simple.
Para conquistar a una mujer Sagitario debes prepararte para divertirla. Las mujeres de este signo necesitan mucha diversión y risa. Sé positivo y optimista con ella. Es una receta fácil de aprender pero él no la aprendió él simplemente hizo parte de esta receta, él tenía incorporado los ingredientes perfectos para ella.
Segundo Capítulo.

Herida por la fertilidad de los deseos, danza su alma, prendida de un hilo, vagando por el silencio, escrutando agonías, aboliendo mil tormentas, enfrentada a pesadillas ahogadas en solución de salina. Impaciente grita a las nubes. No encuentra respuesta alguna. Marcada por los días de pensamiento infinito, ansiedad y tristeza, ella se ha atrevido a considerar que parte de la liberación de la mujer, una gran parte en realidad, se basa en poder superar los propios escollos que la sociedad puso en el camino. Simplemente permitirse ser mujer es poder gozar sin culpa, sin darle la espalda a la palabra sexo, sin tener que justificar por qué se hace o cuantas veces se hace. Samantha la mal llamada prostituta por sus padres, decidió un día ir en busca de su propio mundo.

Ella sabía que en cualquier momento de la vida se podía perder el camino pero que lo importante era llegar al destino con dignidad. Consideraba que su familia no era ella, que estaba junto a ella, componía parte de su mundo, pero no era su propia identidad. Es por esto que un día decidió otorgarse cierto permiso especial. Tenía claro que rebelarse contra los demás era algo más o menos natural, pero que, no obedecerse a sí misma era aún más importante; no obedecer a esa conciencia excesivamente tiránica en la que a veces la había envuelto su propia esfera familiar. Quería dejar atrás los miedos y permitirse cosas. Permitirse decir y vivir cosas que de pronto la hicieran arrepentirse cuando estuviera más vieja. Ella quería luchar cada día por ser y existir, luchar cada día por vencer esos frenos, luchar cada día para que fluyera lo que sentía.

Ella gritaba al vació, que le devolvía su voz escarchada, reclamaba a su padre su cruel ausencia, no encontraba de nuevo respuestas. Tras aquel largo abandono, Samantha buscó esa figura, paterna y masculina a la que en muchos momentos anhelaba y deseaba abrazar, en: el tango, y ¿por qué en el tango? ¡Porque el tango es macho!, ¡porque el tango es fuerte! ¡Tiene olor a vida, tiene gusto a muerte! Recurrió al tango como manera de expresar pensamientos tristes que podían bailarse. Recurrió al tango como a ese viejo amigo al que sintió que perdió hace algunos años. Solo buscó en él permitirse ser escuchada, desahogarse, reclamar y llorar. Llorar de una manera distinta, pero llorar.”Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas y los puertos. Empaparse el alma, el cuerpo, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarse, a nado, de su propio llanto. El tango siempre le había dicho-Samantha Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz, con las rodillas, llorarlo por el ombligo, por la boca. Llorar de amor, de hastío, de alegría. ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!”

Acompañada constantemente del tango Samantha cantaba y reclamaba en voz alta; "Le dí la cara a la vida y me la dejó marcada. En cada arruga que tengo llevo una pena guardada. Yo me jugué a cara o cruz. Iba todo en la parada. Llegó el tiempo del barajo y me dejó como estaba. Si sos audaz te va mal. Si te parás se te viene el mundo encima. ¿Decime Dios, donde estás que te quiero conversar? Si para unos fui bueno otros me quieren colgar. Mientras me estoy desangrando vivo sentado esperando el día del juicio final. Decime, Dios, donde estás que me quiero arrodillar".


Tercer Capítulo.


Samantha, tiene 25 años, ella sabe que la vida esta pasando, y que además pasa rápidamente. Ella baila tango por pasión y seduce a los hombres por profesión. Tiene claro que odia tener su casa y su cama vacía pero sabe que así se encuentra su corazón.

Ella es una mujer guapa y sensual, de estatura media, piel trigueña, cabello castaño y unos enormes ojos color café oscuro que son capaces de abrumar el alma de cualquier mortal y hasta la propia. Su mirada no mienta, siempre la delata, definitivamente sus ojos no mienten y ni siquiera lo intentan, miran, observan, parpadean, sospechan, soslayan, sonríen, lloran, se menean, opinan, atan, desatan, añoran, suplican, matan, dan vida, calman, colman, hechizan, aburren, irritan, ilusionan, detestan , alucinan y seducen. Realmente sus ojos seducen.Seducir,seducir es lo mejor que sabe hacer, hasta el día de hoy los hombres y el baile lo han sido todo para ella.

Su rostro es difícil de descifrar, dice tantas cosas que termina siendo engañoso, ella es perdón y rencor, sensatez y rencor, riesgo y temor, es cruel y compasiva a la vez, tiene sabia intuición e imprudente pasión ella es contradicción.

Ella baila y juega amar en aquel mismo lugar, en aquel bar donde convierte sus sueños en humo. Ella no disimula. Ha aprendido a ser quien es, el tango le ha enseñado a experimentar el dolor y con dolor vive, baila y hace el amor, ¿disimular? -Para qué disimular-dice Samantha, si siempre al final el bar ahí va estar, para verla bien, para verla mal o para verla doble. Para que soñar con algo más si mañana ninguno se va acordar del dulce sabor de su piel y mucho menos de su nombre.

El tango llegó a su vida como un rayo de tormenta y la envolvió en un mundo de sentimiento y percepciones, descubriendo la pasión de su música, y la tristeza de su ritmo. El tango, es el único "mal" paso que no ha dado en su vida. La culpa, los años que pasan, las noches de desvelo, los antojos, el deseo, el engaño: ¿cómo lograr exorcizar los dolores del alma o la inquietud de la carne? todo tiene una respuesta, EL TANGO.

Ella es esa tendencia a traicionar, a mentir y a ser perfectamente franca. Constantemente la embarcan esas ganas de huir, de salir corriendo cuando alguien muestra que empieza a conocerla o a descifrarla. Ella es esa indomable sed de alguien y de no estar con nadie. Esas ganas de cambiar sin renunciar a nada. Esa hambre de imposibles.

Samantha disfruta cuando mira la luna, se pasa horas observando las olas o los atardeceres, o el viento en los sauces. Le gusta salir a caminar los días de lluvia, resulta que le gusta estar así, sintiendo como el agua traspasa su ropa, llega hasta su piel y la acaricia como aquel hombre que tanto la marcó.Le gusta experimentar el olor de la lluvia, el tacto de la tierra que se ablanda, y el sonido del agua chocando contra las hojas. Disfruta los momentos en que el día le permite estar sola. Samantha es el recuerdo del tango que vaga por las calles.
El problema de Samantha parece no tener remedio, tiene más de gramo y medio de dolor que esta dispuesta a compartir. Quisiera gritarle al mundo que no le venga mas con un tango llorón que ella lo que necesita es ritmo, ella se ve cansada, se le ve caer arrastrada por la tentación del baile, por las luces del centro, por el dinero de un bacán, no ha decidido su destino y para colmo de males siempre la llevan por el mal camino. Samantha no quiere más heridas que no curen con alcohol. Su cuerpo tambalea enganchado en la luna, su piel teñida de nostalgia sólo se pregunta, ¿cuánto tiempo más durará, todo esto?

Avivar los sentidos y perfumar la fantasía aún está permitido mí querida Samantha.

Cuarto capítulo.

Samantha, vive en una pequeña pieza al sur de Cali, específicamente en el barrio San Antonio, conocido como “Cali Viejo”, uno de los barrios más tradicionales de la ciudad. San Antonio es reconocido por sus " calles "empinaditas" así lo describe Samantha, ella dice que - vivir ahí es para gente verraca porque siempre hay que subir y subir o bajar y bajar y que así es la vida, como una montaña rusa, algunas veces te permite subir y llegar a los espacios mas sublimes del alma, y otras veces en su mayoría baja con tanta fuerza que solo te produce una clase de miedo y vértigo casi suicida-. Ella también dice que los caminos que tiene San Antonio son tan parecidos a la infalible ruta de la felicidad, pues, ésa, aquella felicidad que despectivamente nombra Samantha, te la fabricas sola y no depende, sin embargo, ni siquiera de ti, sino de una mezcla casual y siempre diferente de azar y voluntad. Por aquellas elevadas calles y grandes casas de estructura colonial, ella camina, quien iba a pensarlo, pues es en este barrio donde se remontan los inicios de la Cali colonial, para ser reemplazadas por numerosos talleres de arte, artesanías y teatros llenos de azar y voluntad parecidos a aquella infalible ruta de la felicidad de la cual habla Samantha.

Para llegar aquella pieza uno tiene que caminar, caminar y caminar, indiscutiblemente quien se arriesgue a vivir ahí a de tener un buen estado físico o sangre de bailarina. Es una enorme casa blanca tipo colonial, dividida en numerosas piezas. La habitación de Sami como he decidido llamarla cariñosamente, por el agrado que me produce, es la del tercer y ultimo piso, 12 pasos aproximadamente a la derecha y ahí esta, frente a los ojos una puerta color rojo con un enorme letrero que dice " todo lo entra, también debe salir”.

Se abre la puerta el lugar es realmente pequeño, la cama de Samantha también lo es, curiosamente tiene dos almohadas y siempre mantiene destendida, eso si cabe resaltar que el color de sus sábanas es un blanco perfecto, esta se encuentra arrinconada en la parte derecha del lugar junto a una enorme ventana a la cual le logra entrar toda la luz natural del día y en la noche el brillo de la luna. Encima de la cama encuentro un libro parece ser el último que esta leyendo, "La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” de Stieg Larsson, el mismo escritor de “Los hombres que no amaban a las mujeres”. Al lado izquierdo una pequeña mesa de noche con la fotografía de un hombre que logra casi duplicar su edad. Es curioso observar como un pedazo de la foto se encuentra recortada. El hombre de aquella foto, es un hombre atractivo me atrevería a decir que sus ojos al igual que los de ella son ojos que no mienten y mucho menos lo intentan. Al lado de la foto encuentro dos copas acompañadas de un vino tinto color rojo cereza. Pues me explica ella, que el vino tinto también tiene sus tonos variados, los hay oscuros noche, oscuros sangre, oscuros de violento, los hay rosados de distintos aspectos. Eso si, me aclara que es trago seguro, y que si alguna vez se inventan una bebida de amor, será con vino tinto. Ella me cuenta que los ha probado todos, que intentó conocerlos y conocerse a ella en ellos. Y que sin duda alguna el color rojo cereza fue el que más le convino. Siguiendo con la descripción de este atractivo lugar, en aquella mesa de noche también logro observar una velita color roja casi gastada, una caja de fósforos totalmente desordenada y una imagen del divino niño Jesús.

Reflejada en una copa de vino tinto, sentada junto a la estampita del Divino Niño Samantha le habla a Dios con el corazón y al oido le pedía y le repetía que: Yo pueda llorar menos de tristeza y más de alegría, que mi llanto no sea en vano, que en vano no sean mis dudas. Que yo sepa perder mis caminos pero que sepa recuperar mis destinos con dignidad. Que yo no tenga miedo de nada, principalmente de mí misma: que yo no tenga miedo de mis miedos. Que me quede dormida cada vez que vaya a derramar lágrimas inútiles, y despierte con el corazón lleno de esperanzas. Y que yo haga de mí una mujer serena, dentro de mi propia turbulencia.


Samantha pinta flores en el techo la pared, son flores de color rojo, algunas de ellas parecen rosas.La pared que esta justo enfrente de la cama tiene un escrito con letra roja un texto curioso que dice así. Y no tienes la culpa de estar triste. Vive tu tristeza, pálpala, deshójala en tus ojos, mójala con lágrimas, envuélvela en gritos o en silencio, cópiala en cuadernos, apúntala en tu cuerpo, apúntala en los poros de tu piel, apúntala en una pared. Samantha parece ser una de esas mujeres tristes de las cuales escribe Hector Aban Faciolince. Y al final del párrafo se encuentra la marca de unos labios color rojo como quien sella una carta de amor.

En el suelo de aquella habitación encuentro unos cuantos libros y Cd`s de tangos tristes de Gardel regados por el piso sin ningún orden alguno, realmente no le interesa el orden, es su espacio y no quiere que nadie la " joda" , así dice ella. Y el ambiente se torna melancólico al sonar una melodía de Gardel: Yo no se si es cariño el que siento, yo no se si sera una pasion, solo se que al no verte una pena va rondando por mi corazón. Yo no se que me han hecho tus ojos , que al mirarme me matan de amor, yo no se que me han hecho tus labios que al besar mis labios, se olvida el dolor, yo no se que me han hecho tus ojos , que me embrujan con su resplandor, solo se que yo llevo en el alma tu imagen marcada con el fuego de amor. Y la voz de Samantha se pronuncia suave junto con la de Gardel. Ningún ritmo que no sea el del tango ha alcanzado gran belleza en ella , surge de las profundidades abismales del espíritu acongojado. A veces es de una elegante lentitud, como expresando un inconfesable pesar y otras veces su movimiento es tan rápido, que parece musicalizar las peleas del corazón.

Otros dos textos decoran la habitación, uno al lado derecho y otro al lado izquierdo, el del lado derecho es un párrafo en francés que hace referencia a una canción de Carla Bruni que se llama Tout le monde : Tout le monde est une drôle de personne, et tout le monde a l'âme emmêlée, tout le monde a de l'enfance qui ronronne, au fond d'une poche oubliée, tout le monde a des restes de rêves,et des coins de vie dévastés, tout le monde a cherché quelque chose un jour, mais tout le monde ne l'a pas trouvé.Y al lado izquierdo encuentro el letrero que más me llama la atención y me logra inquietar, aquel que dice , Y ese 4 de diciembre todo cambio… y una lágrima roja brota de esta pared.

A Samantha, una cosa le interesa poco: la comida. Y lo poco que consume hace parte del estante de lo descomplicado: hamburguesas, pizzas y emparedados, al parecer el hambre pocas a veces se apodera ella, parece mas bien tener sed y hambre de otras cosas, su cocina no tiene nada de especial, es una pequeña cocineta de la cual parece no hacer mucho uso.

Sami en su cuarto no tiene ningún tipo de tecnología (teléfono, celular, televisor y mucho menos computador) parece que hubiera querido cortar todo tipo de comunicación, ella solo tiene un pequeño equipo de sonido que le permite oír su melodía favorita, “El tango”, tango y mas tango, por favor, tango para oír, tango para sobrevivir.


Quinto capitulo.

Me encuentro leyendo alguna de las hojas sobrevivientes del diario de Samantha ¿cuánto tiempo ha pasado? no lo tengo claro. Por fin comienzo a comprenderla, creo que soy parte de sus rosas rojas. Son días de rosas rojas, sí, visten su belleza con un ropaje sangriento. Se alimentan de amores no cumplidos, de amores muertos, amores inconclusos......De amores soñados. De la felicidad del breve encuentro tras una CRUEL AUSENCIA..

Samantha mi rosa roja, la rosa que era blanca ha sido teñida de un vehemente rojo por sus infinitos amantes. Tocad su tallo, siempre hiriente, siempre punzante. ¿ Y si el tallo era la vida, el amor, la locura, no podía ser simplemente un tallo sin espinas? Tal vez la apreté demasiado y ella decidió defenderse.



Sexto capítulo.

Él: Mmmm ....Así que lo tuyo es gestionar.
Ella: Si gestiono, y además lo sé hacer muy bien, ¿por qué, necesitas que te gestione algo?

Él: Si, no dudo que lo sepas hacer, y además muy bien, y se que aparte de gestionar hay otras cosas que también las haces demasiado bien.

Ella: A si, ¿eso crees?

Él: Si, Sin duda alguna, no solo lo creo yo, estoy seguro que más de uno también lo sabe.

Ella. Y entonces a ¿qué viene todo esto?

Él: Todo esto viene a lo que tú quieres.

Ella: y luego tu, ¿qué crees que yo quiero?

Él: Se que tu quieres lo mismo que yo quiero.

Ella: Ah ¿entonces estamos hablando de intereses comunes?.

Él: Tú lo has dicho.

Ella: Aún no entiendo qué clase de intereses comunes puede tener un extraño hacia mi y además si este tiene una argolla bien puesta en su dedo.

Él. Más de los que te imaginas.

¿Crees que soy un extraño?

Podría ser tu nuevo amigo. ¿Quieres que lo sea?

Seguro que lo necesitas.

Ella: Mal intento.

No necesito amigos como tú crees.

También se gestionar ese tipo de procesos.

Él. Entonces, seguro sabrás gestionar muy bien nuestro propia proceso.

Ella: No me gusta gestionar cualquier tipo de proceso y mucho menos si de entrada estos están destinados al fracaso.

Él: Me regalas tu número de teléfono.

Ella: ¿y para qué lo quieres?

Él. Para llamarte, ¿no es obvio? puedo.....

Ella: Claro que puedes, pero solo sabrás tú si debes....... 15262828.

Ya lo tienes ¿y entonces?

Él. Entonces, tu iras a tu casa, harás todo lo que haces normalmente, te lavaras la cara, te miraras al espejo y veras que hay algo diferente en tu rostro.

Ella. ¿Algo diferente?

Él -Si, algo diferente una clase de mueca rara, como una sonrisa.

Ella- ¿Una sonrisa?

Él: Si, una sonrisa que se hará más evidente cuando me pienses y te preguntes por qué aún no te ha llamado aquel interesante hombre que te estaba oyendo hablar por teléfono.

Ella: Veo que te tienes mucha fe.

Él: ¿Tú crees? y, ¿qué es fe?

Ella. Fe, la fe, pues todos sabemos que es tener fe, o acaso ¿no sabes tu que es fe?

Él: Yo, claro que lo se, es esa confianza o creencia en algo.

Ella:Por eso, tu mismo lo has dicho, quiero decir que te tienes mucha confianza.

Él, ¿y tu, te tienes confianza?

Ella. No lo sé con certeza. Pero si tengo buena intuición, y se que hay algo que no me gusta de ti.

Él: No te gusto yo o no te gusta el anillo.

Ella. Ambos.

Él: Es una lástima porque tú me estabas comenzando a gustar.

Ella. ¿A gustar?

Él: Si a gustar, así como lo oyes.

Ella: ¿y eso es bueno o malo?

Él: Mujer en el mundo nada es tan bueno ni tan malo. Me tengo que ir, seguro nos volveremos a encontrar.

Ella: Espera, no te vayas aún.

Él: Lo siento me tengo que ir.

Séptimo Capítulo.

Es así como comienza este escrito, apuntando la tristeza en hojas y en la piel. Es necesario hacerlo, y más que necesario es urgente; necesito desahogar esto que grita el corazón antes que me dedique a amurallar mi propio sufrimiento y el riesgo a que me devore desde el interior se haga más evidente. Estos meses he decidido escribir, escribir todo lo que siento sin preocupación, sólo con la convicción que mi corazón se sienta mucho mejor. “Es la escritura un camino eterno, un boleto sin regreso, siempre quieres ir más lejos, porque la mejor de las palabras, aún esta por escribirse” la escritura se nutre con la nostalgia que produce el dolor, pero se escribe con amor, PORQUE LAS ESCRITURA ESTA HECHA DE LO QUE ERES HECHO y lleva en su interior la huella indeleble de la pasión.

Si dejas que te traten tu tristeza como una perversión, o en el mejor de los casos como una enfermedad, estás perdida eso diría el señor Abad Faciolince, además de estar triste te sentirás culpable. Y no tienes la culpa de estar triste. Vive tu tristeza, pálpala, deshójala en tus ojos, mójala con lágrimas, envuélvela en gritos o en silencio, cópiala en cuadernos, apúntala en tu cuerpo, apúntala en los poros de tu piel. Pues sólo si no te defiendes, huirá a ratos, a otro sitio que no sea el centro de tu dolor íntimo. No estoy dispuesta a soportar que me sigan llamado, puta, prostituta…..todas palabras doloras para mí y más cuando le he dedicado tanto tiempo y amor a una familia que parece no existir. Es por esto que sigo intentando escribir hasta que sea necesario, y esté segura de algo, ¿de qué? De que, la negación de la naturaleza humana, no deja sino hipocresías, moralismo fariseo y una colosal ridiculez. Estar segura de muchas y pocas cosas.


Me quedo sentada mirando hacia el cielo como si tuviera la mirada perdida, el alma perdida y el corazón perdido, parezco perdida, en una pesadilla claro, o tal vez sólo en un mal sueño. Sueño y sueño, ya no se si es mejor dormir o estar despierta hasta en sueños lo veo, pero nada es claro, no recuerdo bien las cosas, todo es borroso. A pesar de esto hago balance general de la vida y me doy cuenta que al recordarlo inmensas sonrisas salen de mi rostro, que irónica es la vida, que irónico es pensar que se puede llorar y reír al tiempo por la misma persona. Ciertas fechas siempre logran bajarnos bruscamente del tren. Retroceder y mirar las huellas de un camino recorrido. Quizás la vida en este momento lo alejó de mi vida. De la vida sí, pero no del corazón. Siempre hay que volver a subir y empezar de nuevo, pero en verdad nadie sabe lo que anhelo volver a subir al tren junto a él y lo que lo necesito. Todo sería distinto, la vida con él era distinta, siempre llena de incertidumbres, adrenalina, mariposas en el estómago pero también de sonrisas. Extraño su humor, su buen humor conquistador, sus palabras fatales, palabras que parecerían calculadas y pensadas, pero eran naturales, precisas y esperaría yo sinceras, extraño las trasnochadas hablando de cualquier tema que nos viniera a la cabeza, al corazón o a los sentidos, extraño su verraquera, el amor por lo animales que tanto compartimos, las escapadas a hoteles, las historias que me contaba, su sensibilidad frente a la vida y esa voz que aún me encanta, que me pone nerviosa y me desestabiliza aún más. Extraño simplemente lo que es él o lo que fue conmigo.

Nadie se alcanza a imaginar la manera en que lo extraño. Nadie se alcanza a imaginar como anhelo y extraño un abrazó de él, una mirada fija, un buen beso, una caricia exacta, nadie sabe lo que siento. Hoy me pierdo en los recuerdos, pero jamás en el olvido. Aún no logro olvidarlo, confieso que a veces quisiera arrancármelo de la vida. Definitivamente el tiempo es una gran ironía. Porque a veces sobra y otras veces hace falta.

Hoy me muevo en el mundo de las contradicciones a veces creo que fui “una de malas” por haberlo conocido, porque no entiendo en qué momento me enredó tanto la vida, pero si soy sincera conmigo misma también creería que se necesita ser muy de buenas para conocer a un hombre como éste y además tener la oportunidad de compartir con y junto a él. A veces me siento afortunada y otras veces desdichada. Creo que sólo el tiempo dará sus razones. Por el momento sólo puedo agradecerle por los momentos vividos y compartidos, por hacerme latir el corazón de nuevo, por despertarme sensaciones, por llegar en el momento indicado e irse en el menos esperado, aunque hoy te sigo esperando. ¿Ingenua o enamorada?

Hoy le pido a Dios que por favor me regale mejores momentos ya sea con o sin él, que me lo devuelva así sea por sólo un ratico y le pueda decir alguna de las palabras, frases, párrafos que no le he podido decir, mirarlo a los ojos desahogarme, hablar y hablar, hasta que no pueda más y lo que había que decir haya quedado dicho. Ese sería un punto final alentador a esta historia que tanto me ha dolido y aún no logro superar, aunque a veces me pregunto si esas cosas se superan. Confieso que no soy una mujer que pelea con los sentimientos por eso me atrevo a decir que, anhelo un punto seguido, un punto suspensivo, pero nunca un punto final.

Octavo Capítulo.

Paris las gris.

Como quien busca un desenlacé feliz, a una historia marcada de dolor, así se encontraba Samantha, un palpito en su corazón le decía que fuera a Paris que resolviera sus dudas y tomará decisiones. Ella tenía miedo, no quería perder más de lo perdido, no quería llorar más de lo que había llorado, y no soportaba más desilusiones. Un día sin pensarlo dos veces y sin darle tantas vueltas al asusto Samantha se encontraba en Paris la gris. Llegó a Paris en busca de verdades, y tratando de evadir mentiras, aunque se encontraría con una gran mentira, aquel hombre ya no la quería, simplemente había decidido organizar su vida sin ella, claro esta y Samantha no quería ser de nuevo parte de una historia de tres. El dolor era evidente, era increíble como sus corazonadas, corazonadas jóvenes, pero de mujer eran toda una realidad. Decidió hacer una pausa y entrar a Le Dauphin, un café de la ciudad ubicado en la 167 Rue St. Honoré. Metro. Palais Royal, Musée du Louvre. Samantha adoraba este lugar. Era una típica brasserie y café en la esquina norte del Louvre, justo después de André Malraux Square. Le Dauphin había sido abierto en 1945 y aún mantenía ese sabor a historia que a ella tanto le gustaba. El salón le ofrecía un ambiente de luz tenue y tranquilo que contrastaba enormemente con el bullicio de la calle donde se encontraba. Definitivamente ella adoraba este lugar de ambiente romántico y propicio para un beso.

Entra al café, se acomoda, llama al joven que la atiende y ordena un petit café.
- Encore un petit café, pour te tenir debout avant de retourner, t'ensevelir dans ton trou, vant d'aller rêver que tu es lumineux, heureux.

Al lado izquierdo de donde se encontraba, un hombre reconoce su voz dulce y afónica, se acerca a ella le tapa los ojos, le habla al oído y pronuncia estas palabras. Has cambiado el vino tinto por una taza de café. Samantha reconoce inmediatamente su voz sabía de quien se trataba, Gabriel, aquel hombre que una vez se atrevió a escuchar retazos de su historia, estaba enfrente de sus ojos. Ahora la situación era distinta Samantha comenzaba a esclarecer y resolver situaciones, estaba preparada para contar otros cuantos retazos de esta historia que parecía no tener fin.

Sus ojos se alegraron al verlo, no era común ni podía ser casualidad que en una ciudad como Paris se encontrara con una cara familiar, una cara que sabía que había dentro y detrás de su vida.

Samantha- Vaya Gabriel que grata sorpresa me has dado. Siempre es bueno ver un rostro amable y cercano en esta ciudad.

Gabriel- Lo mismo opino yo, nunca imagine volverte a ver. Pero no creo que sea necesario buscar explicaciones a nuestro reencuentro. La vida se encargara de dar sus justificaciones a veces a corto o largo plazo. Por el momento me gustaría saber qué ha pasado con la mujer del tango. ¿Sigues jugando con fuego? (Sonrío)

Samantha- Al verte no me atrevo a mentir, podría hacer el intento de mirarte fijamente a los ojos sonreír y decir que mi vida marcha bien, anda de maravilla y que las heridas se han ido sanando poco a poco, pero no es así. Siento un dolor fuerte, tan fuerte que no se si los dos podamos compartir el mismo cuerpo, siempre he pensado que el dolor es otro ser, inmortal que se alimenta de los mortales para poder sobrevivir, pero creo que por el momento debería abandonarme a mi. No solo es fuerte sino también incomodo, son de esos dolores que te estorban que quisieras sacártelos del corazón empacarlo sin cuidado en una bolsa negra de basura y que se lo lleve el camión a ese lugar en donde debe estar.

Gabriel- ¿Y a qué lugar te refieres específicamente?

Samantha- ¿es obvio no? como dirían acá en Paris a le boueur, es decir a ese lugar donde esta la basura, al basurero. Y ahí que se pudra, que se renueve, y que se convierta en otra cosa muy distinta a la que era, quizás en algo orgánico, en algo que a la larga sirva para algo. Pero hasta el reciclaje tiene su proceso. ¿Sabes una cosa? odio los procesos, odio el tiempo y mas cuando se prolonga. Quisieras estar en un sueño “casi eterno” mientras la vida hace de las suyas y vuelve a poner las cosas en su lugar. ¿Si me entiendes?

Gabriel- Intento.

Samantha. - Te pregunto ¿Cuánto tiempo se puede soportar esta clase de procesos? ¿Cuánto tiempo hay que vivir con un nudo en la garganta que parece una bola de pelos atragantada? , ¿En qué momento las mariposas que se sentían en el estomagó por aquella persona se convirtieron en parásitos, que no solo se nutren de lo que hay en mi sino que también me enferman, me marchitan, me apagan, me secan. Son de esos amores que incomodan tanto que molestan, para dormir, comer, hablar, bañarse, cepillarse los dientes o simplemente mirarse al espejo.

Gabriel- ¿Por qué mirarse al espejo?

Samantha –Porque son de esos dolores que te transfiguran, que no te dejan saber bien quién eres, te ves rara y además te sientes rara.


Samantha- Quisiera algo parecido a la amnesia ¿si?

Gabriel- Si. Se a lo que te refieres.

Samantha – ¿Sabes que inventaría yo? una pepa para olvidar, un laxante para sacar todo ese dolor que hay adentro, que se vaya por un caño o por una alcantarilla. Que se vaya a los lugares más oscuros de este mundo, pero no al corazón de las personas. Una receta medica que curara el alma. Te cansas de las frases cliché, de que te repitan lo mismo, te cansas de saber lo mismo y siempre lo mismo y saber que así no quieras no hay mejor cura que el tiempo.

Gabriel. Todos quisiéramos descubrir aquel secreto, me gustaría decirte algo distinto, que no te hayan repetido los demás o al menos sonara diferente pero por mi experiencia y por la manera en que he percibido el mundo, creo que lo que hay que hacer es arrastrarse al principio, gatear después, coja mas adelante y de repente un día estarás de nuevo caminando, erguida, orgullosa de haberlo logrado, con nuevos aprendizajes en el alma y dispuesta a volverte a arriesgar.


Noveno Capítulo.

Mariposas amarillas.

Hay días, momentos u ocasiones en donde las palabras lo son todo, otros donde las palabras no dicen mucho y otros donde sencillamente no hacen falta las palabras. Para Samantha aquel día sería de esos momentos en donde las palabras lo dirían todo.

Eran aproximadamente las diez de la mañana Sami había decidido aquel día levantarse más temprano que de costumbre, pues ella prefería dormir de día y trabajar de noche. Era un día diferente se encontraría con una conocida, una mujer que parecía interesada en la vida nocturna de Samantha. Carla era el nombre de la mujer con quien se vería en Macando, un café ubicado en San Antonio.

Samantha se arregló rápidamente, salió, y esperó en el café a Carla . Mientras llegaba, decidió leer la prensa, de casualidad tropezó con un artículo publicado de Héctor Abad Faciolince, este decía así.

“Sin embargo, si uno es sincero y quiere que le hagan realmente una buena pregunta, tendría que ser una pregunta fundamental que nos ayudara a aclararnos alguna cosa íntima a nosotros mismos. Algo que fuera interesante para sí mismos, y quizá también, por extensión, para los demás. En tal caso me preguntaría, creo, algo que ni yo ni los otros pueden saber muy bien. Por ejemplo: “¿Por qué esa sed de cambiar radicalmente de vida cada tres o cuatro años?” Santiago Gamboa siempre me ha dicho que yo me he pasado la vida tratando de empezar una nueva vida. Ahora que me hago esta pregunta ante Tobias Wenzel, o que me lo pregunto gracias a su sugerencia de preguntarme algo, la pregunta coincide con que acabo de empezar hace apenas cinco días una nueva vida en Berlín. Y me siento feliz, renovado, como recién nacido. Volver a nacer es una sensación liberadora, maravillosa, da esa limpieza del alma que dicen que nos concede el agua bautismal. Todas las paredes del apartamento donde vivo están pintadas de blanco, y no hay ni un solo cuadro. Así mismo me siento, como estas paredes blancas.
Yo reconozco el valor de la rutina y sé que muchas cosas hay que volverlas rutinarias para poder soportarlas. Bañarse, afeitarse, limpiar las gafas, ir al banco, lavar la ropa o lavar los platos… Lo obligatorio y aburrido hay que volverlo rutinario y hacerlo siempre, en la medida de lo posible, a la misma hora. Yo voy al baño y me lavo los dientes siempre a la misma hora. Pero el resto de las cosas de la vida, las agradables, las intensas, detesto que se vuelvan rutinarias.

¿Cuántos años se pueden vivir al lado de una misma mujer (o de un mismo hombre) sin que la vida se vuelva un infierno? ¿Cuántas veces a la semana se pueden comer frisoles o pasta o pizza sin que nos empiece a dar asco? ¿Cuántas veces se puede mirar el mismo cuadro? A los cuadros hay que cambiarlos de pared por lo menos una vez al año si queremos volver a verlos. Con el paisaje no ocurre lo mismo porque el paisaje siempre cambia: los árboles crecen, se les caen las hojas, dan frutos o florecen, el río se seca o se desborda, el cielo va variando de color… También las caras cambian, pero casi siempre para empeorar, y esa metamorfosis no agrada.

Entonces el cambio de vida cada cierto tiempo, pasarse de casa o al menos de cuarto, aprender un idioma, conocer nuevas personas, irse a vivir a otra ciudad, a otro país o al menos a otro barrio, eso que para algunas personalidades es un desastre porque desacomoda su vida, a mí en cambio me da una sensación de libertad, de arrebato, de que algo se renueva fuera y dentro de mí. No creo que sea una huida, como dirían los psicoanalistas, sino una búsqueda, una búsqueda que no tiene ningún objeto preciso. Los que tenemos la tendencia a aburrirnos cuando algo se nos vuelve hábito, necesitamos estas pequeñas revoluciones. Al cabo de un tiempo todo vuelve a lo de antes, y hay que volver a empezar, la piedra de Sísifo vuelve a rodar por la pendiente del aburrimiento, pero mientras tanto, mientras subimos la piedra, el tiempo pasa de un modo distraído, más suave, más ameno”.

Samantha a través de este texto estaba comprendiendo un poco mejor las cosas del destino, sabía que era tiempo de limpiar el alma y pintarse de blanco. No podía permitir que las cosas agradables de su vida, las intensas, como era para ella bailar tango se volvieran rutinarias y aburridas. Ya, se había dado cuenta que al contario de lo que decía Faciolince la vida se le estaba convirtiendo en un infierno por no poder estar al lado o vivir junto al hombre que amaba. A la comida ya le había cogido asco y estaba cansada de ver los mismos cuadros. Entonces es aquí en este preciso momento en donde Carla entraría hacer parte de su cambio de vida, proponiéndole ser la imagen y modelo de su nueva campaña publicitaria que iría ligada a la pasión del tango. Era la oportunidad perfecta para que Samantha se oxigenará, se desenfrascará, cambiará de ambiente y de rostros. Era necesario vivir ese cambio que generaría una sensación de libertad y arrebato, sin la búsqueda de un objeto preciso o tal vez la de un sujeto preciso que le regalaría algo de lo que le habían robado, amor. Samantha acababa de dar un SI, un si definitivo a la propuesta de su amiga, en pocos días estaría en Buenos Aires, la tierra del tango que la vería renacer. Samantha había decidido volar, emprender un nuevo viaje al igual que las mariposas amarillas de Macondo.

Décimo Capítulo.

Vaya! pensó Samantha . ¡Después de una caída como ésta, rodar por las escaleras me parecerá algo sin importancia! ¡Qué valiente me encontrarán todos! ¡Ya en estos momentos ni siquiera lloraría, aunque me cayera del tejado
-Me gustaría saber cuántas millas he descendido ya -dijo en voz alta-.
-¡A lo mejor caigo a través de toda la tierra! ¡Qué divertido sería salir donde vive esta gente que anda cabeza abajo! Los antipáticos, creo... tendré que preguntarles el nombre del país. De pronto, ¡cataplum! Samantha fue a dar sobre un montón de ramas y hojas secas. La caída finalmente había terminado se levantó de un salto. Samantha sentía que era necesario intentar vivir una nueva película.

Quizás para el rodaje de esta nueva película, Tim Burton le aconsejará a ella inventar una Samantha que conservará, a lo largo de los años, el mismo corazón sencillo y entusiasta de su niñez, y que reuniría a su alrededor a otros chiquillos, y hará brillar los ojos de los pequeños al contarles un cuento extraño, quizás este mismo sueño del País de las Maravillas que había tenido años atrás; Samantha sentirá las pequeñas tristezas y grandes alegrías al recordar su propia juventud.

Tim Burton Además le advertirá que en la vida se encontrará con conejos blancos a quienes seguirá locamente, y su persecución la desembocará en aventuras y descubrimientos, también podrá dar con algunos sombreros locos con quienes tomará “algunas meriendas locas”, aparecerán y desaparecerán otras personas parecidas al gato de Cheshire y no faltarán además unas cuantas Reinas o Reyes de corazones de muy mal genio y rápidos para sentenciar a quien ose ofenderlos mínimamente. Pero, ella aprenderá a manejar rápidamente a estos personajes dentro de la película porque estos solo hicieron parte de “Samantha en el país de las pesadillas” y ella no debe permitir que nadie ni nada entorpezca su nuevo rodaje. Rodaje que ha comprendido a "la lujuria como enriquecimiento de la vida".

jueves, 13 de mayo de 2010

Una hoja que dice mucho.

Tan solo una hoja de ese diario.

Es así como comienza este escrito, apuntando la tristeza en hojas y en la piel. Es necesario hacerlo, y más que necesario es urgente; necesito desahogar esto que grita el corazón antes que me dedique a amurallar mi propio sufrimiento y el riesgo a que me devore desde el interior se haga más evidente. Estos meses he decidido escribir, escribir todo lo que siento sin preocupación, sólo con la convicción que mi corazón se sienta mucho mejor. “Es la escritura un camino eterno, un boleto sin regreso, siempre quieres ir más lejos, porque la mejor de las palabras, aún esta por escribirse” la escritura se nutre con la nostalgia que produce el dolor, pero se escribe con amor, PORQUE LAS ESCRITURA ESTA HECHA DE LO QUE ERES HECHO y lleva en su interior la huella indeleble de la pasión.

Si dejas que te traten tu tristeza como una perversión, o en el mejor de los casos como una enfermedad, estás perdida eso diría el señor Abad Faciolince, además de estar triste te sentirás culpable. Y no tienes la culpa de estar triste. Vive tu tristeza, pálpala, deshójala en tus ojos, mójala con lágrimas, envuélvela en gritos o en silencio, cópiala en cuadernos, apúntala en tu cuerpo, apúntala en los poros de tu piel. Pues sólo si no te defiendes, huirá a ratos, a otro sitio que no sea el centro de tu dolor íntimo. No estoy dispuesta a soportar que me sigan llamado, puta, prostituta…..todas palabras doloras para mí y más cuando le he dedicado tanto tiempo y amor a una familia que parece no existir. Es por esto que sigo intentando escribir hasta que sea necesario, y esté segura de algo, ¿de qué? De que, la negación de la naturaleza humana, no deja sino hipocresías, moralismo fariseo y una colosal ridiculez. Estar segura de muchas y pocas cosas.


Me quedo sentada mirando hacia el cielo como si tuviera la mirada perdida, el alma perdida y el corazón perdido, parezco perdida, en una pesadilla claro, o tal vez sólo en un mal sueño. Sueño y sueño, ya no se si es mejor dormir o estar despierta hasta en sueños lo veo, pero nada es claro, no recuerdo bien las cosas, todo es borroso. A pesar de esto hago balance general de la vida y me doy cuenta que al recordarlo inmensas sonrisas salen de mi rostro, que irónica es la vida, que irónico es pensar que se puede llorar y reír al tiempo por la misma persona. Ciertas fechas siempre logran bajarnos bruscamente del tren. Retroceder y mirar las huellas de un camino recorrido. Quizás la vida en este momento lo alejó de mi vida. De la vida sí, pero no del corazón. Siempre hay que volver a subir y empezar de nuevo, pero en verdad nadie sabe lo que anhelo volver a subir al tren junto a él y lo que lo necesito. Todo sería distinto, la vida con él era distinta, siempre llena de incertidumbres, adrenalina, mariposas en el estómago pero también de sonrisas. Extraño su humor, su buen humor conquistador, sus palabras fatales, palabras que parecerían calculadas y pensadas, pero eran naturales, precisas y esperaría yo sinceras, extraño las trasnochadas hablando de cualquier tema que nos viniera a la cabeza, al corazón o a los sentidos, extraño su verraquera, el amor por lo animales que tanto compartimos, las escapadas a hoteles, las historias que me contaba, su sensibilidad frente a la vida y esa voz que aún me encanta, que me pone nerviosa y me desestabiliza aún más. Extraño simplemente lo que es él o lo que fue conmigo.

Nadie se alcanza a imaginar la manera en que lo extraño. Nadie se alcanza a imaginar como anhelo y extraño un abrazó de él, una mirada fija, un buen beso, una caricia exacta, nadie sabe lo que siento. Hoy me pierdo en los recuerdos, pero jamás en el olvido. Aún no logro olvidarlo, confieso que a veces quisiera arrancármelo de la vida. Definitivamente el tiempo es una gran ironía. Porque a veces sobra y otras veces hace falta.

Hoy me muevo en el mundo de las contradicciones a veces creo que fui “una de malas” por haberlo conocido, porque no entiendo en qué momento me enredó tanto la vida, pero si soy sincera conmigo misma también creería que se necesita ser muy de buenas para conocer a un hombre como éste y además tener la oportunidad de compartir con y junto a él. A veces me siento afortunada y otras veces desdichada. Creo que sólo el tiempo dará sus razones. Por el momento sólo puedo agradecerle por los momentos vividos y compartidos, por hacerme latir el corazón de nuevo, por despertarme sensaciones, por llegar en el momento indicado e irse en el menos esperado, aunque hoy te sigo esperando. ¿Ingenua o enamorada?

Hoy le pido a Dios que por favor me regale mejores momentos ya sea con o sin él, que me lo devuelva así sea por sólo un ratico y le pueda decir alguna de las palabras, frases, párrafos que no le he podido decir, mirarlo a los ojos desahogarme, hablar y hablar, hasta que no pueda más y lo que había que decir haya quedado dicho. Ese sería un punto final alentador a esta historia que tanto me ha dolido y aún no logro superar, aunque a veces me pregunto si esas cosas se superan. Confieso que no soy una mujer que pelea con los sentimientos por eso me atrevo a decir que, anhelo un punto seguido, un punto suspensivo, pero nunca un punto final.

viernes, 30 de abril de 2010

Estructura!!

Estructura.

Descomposición del capitulo en donde se hace el símil de Samantha con Alicia para definir el inicio, nudo y desenlace de la historia.

Inicio

Samantha se metería en la madriguera, sin pararse a considerar cómo se las arreglaría después para salir. Al principio, la madriguera del conejo se extendía en línea recta como un túnel, y después torció bruscamente hacia abajo, tan bruscamente que ella no tuvo siquiera tiempo de pensar en detenerse y se encontró cayendo por lo que parecía un pozo muy profundo. El pozo era en verdad profundo, o ella caía muy despacio, porque mientras descendía, tuvo tiempo sobrado para mirar a su alrededor y para preguntarse qué iba a suceder después de todo lo que le había ocurrido. Primero, intentó mirar hacia abajo y ver a dónde iría a parar, pero estaba todo demasiado oscuro para distinguir nada.


Capítulos de inicio

Primer capìtulo.

Herida por la fertilidad de los deseos, danza su alma, prendida de un hilo, vagando por el silencio, escrutando agonías, aboliendo mil tormentas, enfrentada a pesadillas ahogadas en solución de salina. Impaciente grita a las nubes. No encuentra respuesta alguna. Marcada por los días de pensamiento infinito, ansiedad y tristeza, ella se ha atrevido a considerar que parte de la liberación de la mujer, una gran parte en realidad, se basa en poder superar los propios escollos que la sociedad puso en el camino. Simplemente permitirse ser mujer es poder gozar sin culpa, sin darle la espalda a la palabra sexo, sin tener que justificar por qué se hace o cuantas veces se hace. Samantha la mal llamada prostituta por sus padres, decidió un día ir en busca de su propio mundo.

Ella sabía que en cualquier momento de la vida se podía perder el camino pero que lo importante era llegar al destino con dignidad. Consideraba que su familia no era ella, que estaba junto a ella, componía parte de su mundo, pero no era su propia identidad. Es por esto que un día decidió otorgarse cierto permiso especial. Tenía claro que rebelarse contra los demás era algo más o menos natural, pero que, no obedecerse a sí misma era aún más importante; no obedecer a esa conciencia excesivamente tiránica en la que a veces la había envuelto su propia esfera familiar. Quería dejar atrás los miedos y permitirse cosas. Permitirse decir y vivir cosas que de pronto la hicieran arrepentirse cuando estuviera más vieja. Ella quería luchar cada día por ser y existir, luchar cada día por vencer esos frenos, luchar cada día para que fluyera lo que sentía.

Ella gritaba al vació, que le devolvía su voz escarchada, reclamaba a su padre su cruel ausencia, no encontraba de nuevo respuestas. Tras aquel largo abandono, Samantha buscó esa figura, paterna y masculina a la que en muchos momentos anhelaba y deseaba abrazar, en: el tango, y ¿por qué en el tango? ¡Porque el tango es macho!, ¡porque el tango es fuerte! ¡Tiene olor a vida, tiene gusto a muerte! Recurrió al tango como manera de expresar pensamientos tristes que podían bailarse. Recurrió al tango como a ese viejo amigo al que sintió que perdió hace algunos años. Solo buscó en él permitirse ser escuchada, desahogarse, reclamar y llorar. Llorar de una manera distinta, pero llorar, llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas y los puertos. Empaparse el alma, el cuerpo, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarse, a nado, de su propio llanto. El tango siempre le había dicho-Samantha Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz, con las rodillas, llorarlo por el ombligo, por la boca. Llorar de amor, de hastío, de alegría. ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

Acompañada constantemente del tango Samantha cantaba y reclamaba en voz alta; "Le dí la cara a la vida y me la dejó marcada. En cada arruga que tengo llevo una pena guardada. Yo me jugué a cara o cruz. Iba todo en la parada. Llegó el tiempo del barajo y me dejó como estaba. Si sos audaz te va mal. Si te parás se te viene el mundo encima. ¿Decime Dios, donde estás que te quiero conversar? Si para unos fui bueno otros me quieren colgar. Mientras me estoy desangrando vivo sentado esperando el día del juicio final. Decime, Dios, donde estás que me quiero arrodillar".
Segundo Capìtulo.

Samantha, tiene 25 años, ella sabe que la vida esta pasando, y que además pasa rápidamente. Ella baila tango por pasión y seduce a los hombres por profesión. Tiene claro que odia tener su casa y su cama vacía pero sabe que así se encuentra su corazón.

Ella es una mujer guapa y sensual, de estatura media, piel trigueña, cabello castaño y unos enormes ojos color café oscuro que son capaces de abrumar el alma de cualquier mortal y hasta la propia. Su mirada no mienta, siempre la delata, definitivamente sus ojos no mienten y ni siquiera lo intentan, miran, observan, parpadean, sospechan, soslayan, sonríen, lloran, se menean, opinan, atan, desatan, añoran, suplican, matan, dan vida, calman, colman, hechizan, aburren, irritan, ilusionan, detestan , alucinan y seducen. Realmente sus ojos seducen.Seducir,seducir es lo mejor que sabe hacer, hasta el día de hoy los hombres y el baile lo han sido todo para ella.

Su rostro es difícil de descifrar, dice tantas cosas que termina siendo engañoso, ella es perdón y rencor, sensatez y rencor, riesgo y temor, es cruel y compasiva a la vez, tiene sabia intuición e imprudente pasión ella es contradicción.

Ella baila y juega amar en aquel mismo lugar, en aquel bar donde convierte sus sueños en humo. Ella no disimula. Ha aprendido a ser quien es, el tango le ha enseñado a experimentar el dolor y con dolor vive, baila y hace el amor, ¿disimular? -Para qué disimular-dice Samantha, si siempre al final el bar ahí va estar, para verla bien, para verla mal o para verla doble. Para que soñar con algo más si mañana ninguno se va acordar del dulce sabor de su piel y mucho menos de su nombre.

El tango llegó a su vida como un rayo de tormenta y la envolvió en un mundo de sentimiento y percepciones, descubriendo la pasión de su música, y la tristeza de su ritmo. El tango, es el único "mal" paso que no ha dado en su vida. La culpa, los años que pasan, las noches de desvelo, los antojos, el deseo, el engaño: ¿cómo lográ exorcizar los dolores del alma o la inquietud de la carne? todo tiene una respuesta, EL TANGO.
Ella es esa tendencia a traicionar, a mentir y a ser perfectamente franca. Constantemente la embarcan esas ganas de huir, de salir corriendo cuando alguien muestra que empieza a conocerla o a descifrarla. Ella es esa indomable sed de alguien y de no estar con nadie. Esas ganas de cambiar sin renunciar a nada. Esa hambre de imposibles.

Samantha disfruta cuando mira la luna, se pasa horas observando las olas o los atardeceres, o el viento en los sauces. Le gusta salir a caminar los días de lluvia, resulta que le gusta estar así, sintiendo como el agua traspasa su ropa, llega hasta su piel y la acaricia como aquel hombre que tanto la marcò. le gusta experimentar el olor de la lluvia, el tacto de la tierra que se ablanda, y el sonido del agua chocando contra las hojas. Disfruta los momentos en que el día le permite estar sola. Samantha es el recuerdo del tango que vaga por las calles.
El problema de Samantha parece no tener remedio, tiene más de gramo y medio de dolor que esta dispuesta a compartir. Quisiera gritarle al mundo que no le venga mas con un tango llorón que ella lo que necesita es ritmo, ella se ve cansada, se le ve caer arrastrada por la tentación del baile, por las luces del centro, por el dinero de un bacán, no ha decidido su destino y para colmo de males siempre la llevan por el mal camino. Samantha no quiere más heridas que no curen con alcohol. Su cuerpo tambalea enganchado en la luna, su piel teñida de nostalgia solo se pregunta, ¿cuánto tiempo más durara, todo esto?

Avivar los sentidos y perfumar la fantasía aun esta permitido mí querida Samantha.

Tercer Capìtulo.

Samantha, vive en una pequeña pieza al sur de Cali, específicamente en el barrio San Antonio, conocido como “Cali Viejo”, uno de los barrios más tradicionales de la ciudad. San Antonio es reconocido por sus " calles "empinaditas" así lo describe Samantha, ella dice que - vivir ahí es para gente berraca porque siempre hay que subir y subir o bajar y bajar y que así es la vida, como una montaña rusa, algunas veces te permite subir y llegar a los espacios mas sublimes del alma, y otras veces en su mayoría baja con tanta fuerza que solo te produce una clase de miedo y vértigo casi suicida-. Ella también dice que los caminos que tiene San Antonio son tan parecidos a la infalible ruta de la felicidad, pues, ésa, aquella felicidad que despectivamente nombra Samantha, te la fabricas sola y no depende, sin embargo, ni siquiera de ti, sino de una mezcla casual y siempre diferente de azar y voluntad. Por aquellas elevadas calles y grandes casas de estructura colonial, ella camina, quien iba a pensarlo, pues es en este barrio donde se remontan los inicios de la Cali colonial, para ser reemplazadas por numerosos talleres de arte, artesanías y teatros llenos de azar y voluntad parecidos a aquella infalible ruta de la felicidad de la cual habla Samantha.

Para llegar aquella pieza uno tiene que caminar, caminar y caminar, indiscutiblemente quien se arriesgue a vivir ahí a de tener un buen estado físico o sangre de bailarina. Es una enorme casa blanca tipo colonial, dividida en numerosas piezas. La habitación de Sami como he decidido llamarla cariñosamente, por el agrado que me produce, es la del tercer y ultimo piso, 12 pasos aproximadamente a la derecha y ahí esta, frente a los ojos una puerta color rojo con un enorme letrero que dice " todo lo entra, también debe salir”. Se abre la puerta el lugar es realmente pequeño, la cama de Samantha también lo es, curiosamente tiene dos almohadas y siempre mantiene destendida, eso si cabe resaltar que el color de sus sábanas es un blanco perfecto, esta se encuentra arrinconada en la parte derecha del lugar junto a una enorme ventana a la cual le logra entrar toda la luz natural del día y en la noche el brillo de la luna. Encima de la cama encuentro un libro parece ser el último que esta leyendo, "La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” de Stieg Larsson, el mismo escritor de “Los hombres que no amaban a las mujeres”. Al lado izquierdo una pequeña mesa de noche con la fotografía de un hombre que logra casi duplicar su edad. Es curioso observar como un pedazo de la foto se encuentra recortada. El hombre de aquella foto, es un hombre atractivo me atrevería a decir que sus ojos al igual que los de ella son ojos que no mienten y mucho menos lo intentan. Al lado de la foto encuentro dos copas acompañadas de un vino tinto color rojo cereza. Pues me explica ella, que el vino tinto también tiene sus tonos variados, los hay oscuros noche, oscuros sangre, oscuros de violento, los hay rosados de distintos aspectos. Eso si, me aclara que es trago seguro, y que si alguna vez se inventan una bebida de amor, será con vino tinto. Ella me cuenta que los ha probado todos, que intentó conocerlos y conocerse a ella en ellos. Y que sin duda alguna el color rojo cereza fue el que más le convino. Siguiendo con la descripción de este atractivo lugar, en aquella mesa de noche también logro observar una velita color roja casi gastada, una caja de fósforos totalmente desordenada y una imagen del divino niño Jesús.

Reflejada en una copa de vino tinto, sentada junto a la estampita del Divino Niño Samantha le habla a Dios con el corazón y al oido le pedía y le repetía que: Yo pueda llorar menos de tristeza y más de alegría, que mi llanto no sea en vano, que en vano no sean mis dudas. Que yo sepa perder mis caminos pero que sepa recuperar mis destinos con dignidad. Que yo no tenga miedo de nada, principalmente de mí misma: que yo no tenga miedo de mis miedos. Que me quede dormida cada vez que vaya a derramar lágrimas inútiles, y despierte con el corazón lleno de esperanzas. Y que yo haga de mí una mujer serena, dentro de mi propia turbulencia.


Samantha pinta flores en el techo la pared, son flores de color rojo, algunas de ellas parecen rosas.La pared que esta justo enfrente de la cama tiene un escrito con letra roja un texto curioso que dice así. Y no tienes la culpa de estar triste. Vive tu tristeza, pálpala, deshójala en tus ojos, mójala con lágrimas, envuélvela en gritos o en silencio, cópiala en cuadernos, apúntala en tu cuerpo, apúntala en los poros de tu piel, apúntala en una pared. Samantha parece ser una de esas mujeres tristes de las cuales escribe Hector Aban Faciolince. Y al final del párrafo se encuentra la marca de unos labios color rojo como quien sella una carta de amor.

En el suelo de aquella habitación encuentro unos cuantos libros y Cd`s de tangos tristes de Gardel regados por el piso sin ningún orden alguno, realmente no le interesa el orden, es su espacio y no quiere que nadie la " joda" , así dice ella. Y el ambiente se torna melancólico al sonar una melodía de Gardel: Yo no se si es cariño el que siento, yo no se si sera una pasion, solo se que al no verte una pena va rondando por mi corazón. Yo no se que me han hecho tus ojos , que al mirarme me matan de amor, yo no se que me han hecho tus labios que al besar mis labios, se olvida el dolor, yo no se que me han hecho tus ojos , que me embrujan con su resplandor, solo se que yo llevo en el alma tu imagen marcada con el fuego de amor. Y la voz de Samantha se pronuncia suave junto con la de Gardel. Ningún ritmo que no sea el del tango ha alcanzado gran belleza en ella , surge de las profundidades abismales del espíritu acongojado. A veces es de una elegante lentitud, como expresando un inconfesable pesar y otras veces su movimiento es tan rápido, que parece musicalizar las peleas del corazón.

Otros dos textos decoran la habitación, uno al lado derecho y otro al lado izquierdo, el del lado derecho es un párrafo en francés que hace referencia a una canción de Carla Bruni que se llama Tout le monde : Tout le monde est une drôle de personne, et tout le monde a l'âme emmêlée, tout le monde a de l'enfance qui ronronne, au fond d'une poche oubliée, tout le monde a des restes de rêves,et des coins de vie dévastés, tout le monde a cherché quelque chose un jour, mais tout le monde ne l'a pas trouvé.Y al lado izquierdo encuentro el letrero que más me llama la atención y me logra inquietar, aquel que dice , Y ese 4 de diciembre todo cambio… y una lágrima roja brota de esta pared.
A Samantha, una cosa le interesa poco: la comida. Y lo poco que consume hace parte del estante de lo descomplicado: hamburguesas, pizzas y emparedados, al parecer el hambre pocas a veces se apodera ella, parece mas bien tener sed y hambre de otras cosas, su cocina no tiene nada de especial, es una pequeña cocineta de la cual parece no hacer mucho uso.

Sami en su cuarto no tiene ningún tipo de tecnología (teléfono, celular, televisor y mucho menos computador) parece que hubiera querido cortar todo tipo de comunicación, ella solo tiene un pequeño equipo de sonido que le permite oír su melodía favorita, “El tango”, tango y mas tango, por favor, tango para oír, tango para sobrevivir.


Nudo
Samantha la rosa roja.
Me encuentro leyendo alguna de las hojas sobrevivientes del diario de Samantha ¿cuánto tiempo ha pasado? no lo tengo claro. Por fin comienzo a comprenderla, creo que soy parte de sus rosas rojas. Son días de rosas rojas, sí, visten su belleza con un ropaje sangriento. Se alimentan de amores no cumplidos, de amores muertos, amores inconclusos......De amores soñados. De la felicidad del breve encuentro tras una CRUEL AUSENCIA..

Samantha mi rosa roja, la rosa que era blanca ha sido teñida de un vehemente rojo por sus infinitos amantes. Tocad su tallo, siempre hiriente, siempre punzante. ¿ Y si el tallo era la vida, el amor, la locura, no podía ser simplemente un tallo sin espinas? Tal vez la apreté demasiado y ella decidió defenderse.


Cuarto Capìtulo.
(Capítulo que describe el inicio de la conversación que sostienen él y ella el día que se conocen. Conversación que le enredaría la vida a Samantha.


El: mmm ....Así que lo tuyo es gestionar.
Ella: Si gestiono, y ademas lo se hacer muy bien, ¿por qué, necesitas que te gestione algo?

El: Si, no dudo que lo sepas hacer, y ademas muy bien, y se que aparte de gestionar hay otras cosas que también las haces demasiado bien.

Ella: A si, ¿eso crees?

El: Si, Sin duda alguna, no solo lo creo yo, estoy seguro que mas de uno también lo sabe.

Ella. Y entonces a ¿què viene todo esto?

El: Todo esto viene a lo que tu quieres.

Ella: y luego tu, ¿qué crees que yo quiero?.

El: Se que tu quieres lo mismo que yo quiero.

Ella: ah ¿entonces estamos hablando de intereses comunes?.

El: Tu lo has dicho.

Ella: Aún no entiendo qué clase de intereses comunes puede tener un extraño hacia mi y además si este tiene una argolla bien puesta en su dedo.

El. Mas de los que te imaginas.

¿Crees que soy un extraño?

podría ser tu nuevo amigo. ¿Quieres que lo sea?

seguro que lo necesitas.

Ella: Mal intento.

No necesito amigos como tu crees.

También se gestionar ese tipo de procesos.

El. Entonces, seguro sabrás gestionar muy bien nuestro propia proceso.

Ella: No me gusta gestionar cualquier tipo de proceso y mucho menos si de entrada estos estan destinados al fracaso.

El: Me regalas tu número de teléfono.

Ella: ¿y para qué lo quieres?

El. Para llamarte, ¿no es obvio? puedo.....

Ella: Claro que puedes , pero solo sabrás tu si debes....... 15262828.

ya lo tienes ¿y entonces?

El. Entonces, tu iras a tu casa, harás todo lo que haces normalmente, te lavaras la cara, te miraras al espejo y veras que hay algo diferente en tu rostro.

Ella. ¿Algo diferente?

El -Si, algo diferente una clase de mueca rara, como una sonrisa.

Ella- ¿Una sonrisa?

El: Si, una sonrisa que se hará mas evidente cuando me pienses y te preguntes por qué aún no te ha llamado aquel interesante hombre que te estaba oyendo hablar por teléfono en el centro comercial.............

Ella: Veo que te tienes mucha fe.

Él:¿Tu crees? y, ¿qué es fe?

Ella. Fe, la fe, pues todos sabemos que es tener fe, o acaso ¿no sabes tu que es fe?.

Él: Yo, claro que lo se, es esa confianza o creencia en algo.

Ella:Por eso, tu mismo lo has dicho, quiero decir que te tienes mucha confianza.

El, ¿y tu, te tienes confianza?

Ella. No lo sé con certeza. Pero si tengo buena intución, y se que hay algo que no me gusta de ti.

El: No te gusto yo o no te gusta el anillo.

Ella. Ambos.

Él: Es una lástima porque tu me estabas comenzando a gustar.

Ella. ¿A gustar?

El: Si a gustar, así como lo oyes.

Ella: ¿y eso es bueno o malo?

El: Mujer en el mundo nada es tan bueno ni tan malo. Me tengo que ir, seguro nos volveremos a encontrar.

Ella: Espera, no te vayas aún.

El: Lo siento me tengo que ir.



Falta establecer un capítulo que describa algunos recuerdos de esa relación, para poder pasar al caítulo en donde ella decide ir a Paris a buscarlo

Paris las gris.
Como quien busca un desenlacé feliz, a una historia marcada de dolor, así se encontraba Samantha, un palpito en su corazón le decía que fuera a Paris que resolviera sus dudas y tomará decisiones. Ella tenía miedo, no quería perder más de lo perdido, no quería llorar mas de lo que había llorado, y no soportaba más desilusiones. Un día sin pensarlo dos veces y sin darle tantas vueltas al asusto Samantha se encontraba en Paris la gris. Llegó a Paris en busca de verdades, y tratando de evadir mentiras, aunque se encontraría con una gran mentira, aquel hombre ya no la quería, simplemente había decidido organizar su vida sin ella, claro esta y Samantha no quería ser de nuevo parte de una historia de tres. El dolor era evidente, era increíble como sus corazonadas, corazonadas jóvenes, pero de mujer eran toda una realidad. Decidió hacer una pausa y entrar a Le Dauphin, un café de la ciudad ubicado en la 167 Rue St. Honoré. Metro. Palais Royal, Musée du Louvre. Samantha adoraba este lugar. Era una típica brasserie y café en la esquina norte del Louvre, justo después de André Malraux Square. Le Dauphin había sido abierto en 1945 y aún mantenía ese sabor a historia que a ella tanto le gustaba. El salón le ofrecía un ambiente de luz tenue y tranquilo que contrastaba enormemente con el bullicio de la calle donde se encontraba. Definitivamente ella adoraba este lugar de ambiente romántico y propicio para un beso.

Entra al cafe, se acomoda, llama al joven que la atiende y ordena un petit café.
- Encore un petit café, pour te tenir debout avant de retourner, t'ensevelir dans ton trou, vant d'aller rêver que tu es lumineux, heureux.

Al lado izquierdo de donde se encontraba, un hombre reconoce su voz dulce y afónica, se acerca a ella le tapa los ojos, le habla al oído y pronuncia estas palabras. Has cambiado el vino tinto por una taza de café. Samantha reconoce inmediatamente su voz sabía de quien se trataba, Gabriel, aquel hombre que una vez se atrevió a escuchar retazos de su historia, estaba enfrente de sus ojos. Ahora la situación era distinta Samantha comenzaba a esclarecer y resolver situaciones, estaba preparada para contar otros cuantos retazos de esta historia que parecía no tener fin.

Sus ojos se alegraron al verlo, no era común ni podía ser casualidad que en una ciudad como Paris se encontrara con una cara familiar, una cara que sabía que había dentro y detrás de su vida.

Samantha- Vaya Gabriel que grata sorpresa me has dado. Siempre es bueno ver un rostro amable y cercano en esta ciudad.

Gabriel- Lo mismo opino yo, nunca imagine volverte a ver. Pero no creo que sea necesario buscar explicaciones a nuestro reencuentro. La vida se encargara de dar sus justificaciones a veces a corto o largo plazo. Por el momento me gustaría saber qué ha pasado con la mujer del tango. ¿Sigues jugando con fuego? (Sonrío)

Samantha- Al verte no me atrevo a mentir, podría hacer el intento de mirarte fijamente a los ojos sonreír y decir que mi vida marcha bien, anda de maravilla y que las heridas se han ido sanando poco a poco, pero no es así. Siento un dolor fuerte, tan fuerte que no se si los dos podamos compartir el mismo cuerpo, siempre he pensado que el dolor es otro ser, inmortal que se alimenta de los mortales para poder sobrevivir, pero creo que por el momento debería abandonarme a mi. No solo es fuerte sino también incomodo, son de esos dolores que te estorban que quisieras sacártelos del corazón empacarlo sin cuidado en una bolsa negra de basura y que se lo lleve el camión a ese lugar en donde debe estar.

Gabriel- ¿Y a qué lugar te refieres específicamente?

Samantha- ¿es obvio no? como dirían acá en Paris a le boueur, es decir a ese lugar donde esta la basura, al basurero. Y ahí que se pudra, que se renueve, y que se convierta en otra cosa muy distinta a la que era, quizás en algo orgánico, en algo que a la larga sirva para algo . Pero hasta el reciclaje tiene su proceso. ¿Sabes una cosa? odio los procesos, odio el tiempo y mas cuando se prolonga. Quisieras estar en un sueño “casi eterno” mientras la vida hace de las suyas y vuelve a poner las cosas en su lugar. ¿Si me entiendes?

Gabriel- Intento.

Samantha. - Te pregunto ¿Cuánto tiempo se puede soportar esta clase de procesos? ¿Cuánto tiempo hay que vivir con un nudo en la garganta que parece una bola de pelos atragantada? ,¿ en qué momento las mariposas que se sentían en el estomagó por aquella persona se convirtieron en parásitos, que no solo se nutren de lo que hay en mi sino que también me enferman, me marchitan, me apagan, me secan. Son de esos amores que incomodan tanto que molestan, para dormir, comer, hablar, bañarse, cepillarse los dientes o simplemente mirarse al espejo.

Gabriel- ¿Por qué mirarse al espejo?

Samantha –Porque son de esos dolores que te transfiguran, que no te dejan saber bien quién eres, te ves rara y además te sientes rara.


Samantha- Quisiera algo parecido a la amnesia ¿si?

Gabriel- Si. Se a lo que te refieres.

Samantha – ¿Sabes que inventaría yo? una pepa para olvidar, un laxante para sacar todo ese dolor que hay adentro, que se vaya por un caño o por una alcantarilla. Que se vaya a los lugares mas oscuros de este mundo, pero no al corazón de las personas. Una receta medica que curara el alma. Te cansas de las frases cliché, de que te repitan lo mismo, te cansas de saber lo mismo y siempre lo mismo y saber que así no quieras no hay mejor cura que el tiempo.

Gabriel. Todos quisiéramos descubrir aquel secreto, me gustaría decirte algo distinto, que no te hayan repetido los demás o al menos sonara diferente pero por mi experiencia y por la manera en que he percibido el mundo, creo que lo que hay que hacer es arrastrarse al principio, gatear después, coja mas adelante y de repente un día estarás de nuevo caminando, erguida, orgullosa de haberlo logrado, con nuevos aprendizajes en el alma y dispuesta a volverte a arriesgar...

Desenlace

¡Vaya! pensó Samantha . ¡Después de una caída como ésta, rodar por las escaleras me parecerá algo sin importancia! ¡Qué valiente me encontrarán todos! ¡ ya en estos momentos ni siquiera lloraría, aunque me cayera del tejado
-Me gustaría saber cuántas millas he descendido ya -dijo en voz alta-.
-¡A lo mejor caigo a través de toda la tierra! ¡Qué divertido sería salir donde vive esta gente que anda cabeza abajo! Los antipáticos, creo... tendré que preguntarles el nombre del país. De pronto, ¡cataplum! Samantha fue a dar sobre un montón de ramas y hojas secas. La caída finalmente había terminado se levantó de un salto . Samantha sentía que era necesario intentar vivir una nueva película.

Quizás para el rodaje de esta nueva pelicula, Tim Burton le aconsejará a ella inventar una Samantha que conservará, a lo largo de los años, el mismo corazón sencillo y entusiasta de su niñez, y que reuniría a su alrededor a otros chiquillos, y hará brillar los ojos de los pequeños al contarles un cuento extraño, quizás este mismo sueño del País de las Maravillas que había tenido años atrás; Samantha sentirá las pequeñas tristezas y grandes alegrías al recordar su propia juventud.

Tim Burton Además le advertirá que en la vida se encontrará con conejos blancos a quienes seguira locamente, y su persecución la desembocará en aventuras y descubrimientos, también podrá dar con algunos sombreros locos con quienes tomará “algunas meriendas locas”, aparecerán y desaparecerán otras personas parecidas al gato de Cheshire y no faltarán además unas cuantas Reinas o Reyes de corazones de muy mal genio y rápidos para sentenciar a quien ose ofenderlos mínimamente. Pero, ella aprenderá a manejar rápidamente a estos personajes dentro de la película porque estos solo hicieron parte de “Samantha en el país de las pesadillas” y ella no debe permitir que nadie ni nada entorpezca su nuevo rodaje. Rodaje que ha comprendido a "la lujuria como enriquecimiento de la vida".

Mariposas amarillas.

Hay días, momentos u ocasiones en donde las palabras lo son todo, otros donde las palabras no dicen mucho y otros donde sencillamente no hacen falta las palabras. Para Samantha aquel día sería de esos momentos en donde las palabras lo dirían todo.

Eran aproximadamente las diez de la mañana Sami había decidido aquel día levantarse más temprano que de costumbre, pues ella prefería dormir de día y trabajar de noche. Era un día diferente se encontraría con una vieja amiga a quien no veía hace un largo tiempo. Carla era el nombre de la mujer con quien se vería en Macando, un café ubicado en San Antonio.

Samantha se arregló rápidamente, salió, y esperó en el café a su amiga. Mientras llegaba, decidió leer la prensa, de casualidad tropezó con un artículo publicado de Héctor Abad Faciolince, este decía así.

“Sin embargo, si uno es sincero y quiere que le hagan realmente una buena pregunta, tendría que ser una pregunta fundamental que nos ayudara a aclararnos alguna cosa íntima a nosotros mismos. Algo que fuera interesante para sí mismos, y quizá también, por extensión, para los demás. En tal caso me preguntaría, creo, algo que ni yo ni los otros pueden saber muy bien. Por ejemplo: “¿Por qué esa sed de cambiar radicalmente de vida cada tres o cuatro años?” Santiago Gamboa siempre me ha dicho que yo me he pasado la vida tratando de empezar una nueva vida. Ahora que me hago esta pregunta ante Tobias Wenzel, o que me lo pregunto gracias a su sugerencia de preguntarme algo, la pregunta coincide con que acabo de empezar hace apenas cinco días una nueva vida en Berlín. Y me siento feliz, renovado, como recién nacido. Volver a nacer es una sensación liberadora, maravillosa, da esa limpieza del alma que dicen que nos concede el agua bautismal. Todas las paredes del apartamento donde vivo están pintadas de blanco, y no hay ni un solo cuadro. Así mismo me siento, como estas paredes blancas.
Yo reconozco el valor de la rutina y sé que muchas cosas hay que volverlas rutinarias para poder soportarlas. Bañarse, afeitarse, limpiar las gafas, ir al banco, lavar la ropa o lavar los platos… Lo obligatorio y aburrido hay que volverlo rutinario y hacerlo siempre, en la medida de lo posible, a la misma hora. Yo voy al baño y me lavo los dientes siempre a la misma hora. Pero el resto de las cosas de la vida, las agradables, las intensas, detesto que se vuelvan rutinarias.

¿Cuántos años se pueden vivir al lado de una misma mujer (o de un mismo hombre) sin que la vida se vuelva un infierno? ¿Cuántas veces a la semana se pueden comer frisoles o pasta o pizza sin que nos empiece a dar asco? ¿Cuántas veces se puede mirar el mismo cuadro? A los cuadros hay que cambiarlos de pared por lo menos una vez al año si queremos volver a verlos. Con el paisaje no ocurre lo mismo porque el paisaje siempre cambia: los árboles crecen, se les caen las hojas, dan frutos o florecen, el río se seca o se desborda, el cielo va variando de color… También las caras cambian, pero casi siempre para empeorar, y esa metamorfosis no agrada.
Entonces el cambio de vida cada cierto tiempo, pasarse de casa o al menos de cuarto, aprender un idioma, conocer nuevas personas, irse a vivir a otra ciudad, a otro país o al menos a otro barrio, eso que para algunas personalidades es un desastre porque desacomoda su vida, a mí en cambio me da una sensación de libertad, de arrebato, de que algo se renueva fuera y dentro de mí. No creo que sea una huida, como dirían los psicoanalistas, sino una búsqueda, una búsqueda que no tiene ningún objeto preciso. Los que tenemos la tendencia a aburrirnos cuando algo se nos vuelve hábito, necesitamos estas pequeñas revoluciones. Al cabo de un tiempo todo vuelve a lo de antes, y hay que volver a empezar, la piedra de Sísifo vuelve a rodar por la pendiente del aburrimiento, pero mientras tanto, mientras subimos la piedra, el tiempo pasa de un modo distraído, más suave, más ameno”.

Samantha a través de este texto estaba comprendiendo un poco mejor las cosas del destino, sabía que era tiempo de limpiar el alma y pintarse de blanco. No podía permitir que las cosas agradables de su vida, las intensas, como era para ella bailar tango se volvieran rutinarias y aburridas. Ya, se había dado cuenta que al contario de lo que decía Faciolince la vida se le estaba convirtiendo en un infierno por no poder estar al lado o vivir junto al hombre que amaba. A la comida ya le había cogido asco y estaba cansada de ver los mismos cuadros. Entonces es aquí en este preciso momento en donde Carla entraría hacer parte de su cambio de vida, proponiéndole ser la imagen y modelo de su nueva campaña publicitaria que iría ligada a la pasión del tango. Era la oportunidad perfecta para que Samantha se oxigenará, se desenfrascará, cambiará de ambiente y de rostros. Era necesario vivir ese cambio que generaría una sensación de libertad y arrebato, sin la búsqueda de un objeto preciso o tal vez la de un sujeto preciso que le regalaría algo de lo que le habían robado, amor. Samantha acababa de dar un SI, un si definitivo a la propuesta de su amiga, en pocos días estaría en Buenos Aires, la tierra del tango que la vería renacer. Samantha había decidido volar, emprender un nuevo viaje al igual que las mariposas amarillas de Macondo.

Adri, el texto va a estar escrito en futuro como habíamos acordado antes. Eta es la estructura que he pensado para darle forma y coherencia al texto.

domingo, 18 de abril de 2010

Macondo, un lugar de sueños.

Hay días, momentos u ocasiones en donde las palabras lo son todo, otros donde las palabras no dicen mucho y otros donde sencillamente no hacen falta las palabras. Para Samantha aquel día sería de esos momentos en donde las palabras lo dirían todo.

Eran aproximadamente las diez de la mañana Sami había decidido aquel día levantarse más temprano que de costumbre, pues ella prefería dormir de día y trabajar de noche. Era un día diferente se encontraría con una conocida, una mujer que parecía interesada en la vida nocturna de Samantha. Carla era el nombre de la mujer con quien se vería en Macando, un café ubicado en San Antonio.

Samantha se arregló rápidamente, salió, y esperó en el café a Carla . Mientras llegaba, decidió leer la prensa, de casualidad tropezó con un artículo publicado de Héctor Abad Faciolince, este decía así.

“Sin embargo, si uno es sincero y quiere que le hagan realmente una buena pregunta, tendría que ser una pregunta fundamental que nos ayudara a aclararnos alguna cosa íntima a nosotros mismos. Algo que fuera interesante para sí mismos, y quizá también, por extensión, para los demás. En tal caso me preguntaría, creo, algo que ni yo ni los otros pueden saber muy bien. Por ejemplo: “¿Por qué esa sed de cambiar radicalmente de vida cada tres o cuatro años?” Santiago Gamboa siempre me ha dicho que yo me he pasado la vida tratando de empezar una nueva vida. Ahora que me hago esta pregunta ante Tobias Wenzel, o que me lo pregunto gracias a su sugerencia de preguntarme algo, la pregunta coincide con que acabo de empezar hace apenas cinco días una nueva vida en Berlín. Y me siento feliz, renovado, como recién nacido. Volver a nacer es una sensación liberadora, maravillosa, da esa limpieza del alma que dicen que nos concede el agua bautismal. Todas las paredes del apartamento donde vivo están pintadas de blanco, y no hay ni un solo cuadro. Así mismo me siento, como estas paredes blancas.
Yo reconozco el valor de la rutina y sé que muchas cosas hay que volverlas rutinarias para poder soportarlas. Bañarse, afeitarse, limpiar las gafas, ir al banco, lavar la ropa o lavar los platos… Lo obligatorio y aburrido hay que volverlo rutinario y hacerlo siempre, en la medida de lo posible, a la misma hora. Yo voy al baño y me lavo los dientes siempre a la misma hora. Pero el resto de las cosas de la vida, las agradables, las intensas, detesto que se vuelvan rutinarias.

¿Cuántos años se pueden vivir al lado de una misma mujer (o de un mismo hombre) sin que la vida se vuelva un infierno? ¿Cuántas veces a la semana se pueden comer frisoles o pasta o pizza sin que nos empiece a dar asco? ¿Cuántas veces se puede mirar el mismo cuadro? A los cuadros hay que cambiarlos de pared por lo menos una vez al año si queremos volver a verlos. Con el paisaje no ocurre lo mismo porque el paisaje siempre cambia: los árboles crecen, se les caen las hojas, dan frutos o florecen, el río se seca o se desborda, el cielo va variando de color… También las caras cambian, pero casi siempre para empeorar, y esa metamorfosis no agrada.

Entonces el cambio de vida cada cierto tiempo, pasarse de casa o al menos de cuarto, aprender un idioma, conocer nuevas personas, irse a vivir a otra ciudad, a otro país o al menos a otro barrio, eso que para algunas personalidades es un desastre porque desacomoda su vida, a mí en cambio me da una sensación de libertad, de arrebato, de que algo se renueva fuera y dentro de mí. No creo que sea una huida, como dirían los psicoanalistas, sino una búsqueda, una búsqueda que no tiene ningún objeto preciso. Los que tenemos la tendencia a aburrirnos cuando algo se nos vuelve hábito, necesitamos estas pequeñas revoluciones. Al cabo de un tiempo todo vuelve a lo de antes, y hay que volver a empezar, la piedra de Sísifo vuelve a rodar por la pendiente del aburrimiento, pero mientras tanto, mientras subimos la piedra, el tiempo pasa de un modo distraído, más suave, más ameno”.

Samantha a través de este texto estaba comprendiendo un poco mejor las cosas del destino, sabía que era tiempo de limpiar el alma y pintarse de blanco. No podía permitir que las cosas agradables de su vida, las intensas, como era para ella bailar tango se volvieran rutinarias y aburridas. Ya, se había dado cuenta que al contario de lo que decía Faciolince la vida se le estaba convirtiendo en un infierno por no poder estar al lado o vivir junto al hombre que amaba. A la comida ya le había cogido asco y estaba cansada de ver los mismos cuadros. Entonces es aquí en este preciso momento en donde Carla entraría hacer parte de su cambio de vida, proponiéndole ser la imagen y modelo de su nueva campaña publicitaria que iría ligada a la pasión del tango. Era la oportunidad perfecta para que Samantha se oxigenará, se desenfrascará, cambiará de ambiente y de rostros. Era necesario vivir ese cambio que generaría una sensación de libertad y arrebato, sin la búsqueda de un objeto preciso o tal vez la de un sujeto preciso que le regalaría algo de lo que le habían robado, amor. Samantha acababa de dar un SI, un si definitivo a la propuesta de su amiga, en pocos días estaría en Buenos Aires, la tierra del tango que la vería renacer. Samantha había decidido volar, emprender un nuevo viaje al igual que las mariposas amarillas de Macondo.

viernes, 9 de abril de 2010

Paris las gris.

Como quien busca un desenlacé feliz, a una historia marcada de dolor, así se encontraba Samantha, un palpito en su corazón le decía que fuera a Paris que resolviera sus dudas y tomará decisiones. Ella tenía miedo, no quería perder más de lo perdido, no quería llorar más de lo que había llorado, y no soportaba más desilusiones. Un día sin pensarlo dos veces y sin darle tantas vueltas al asusto Samantha se encontraba en Paris la gris. Llegó a Paris en busca de verdades, y tratando de evadir mentiras, aunque se encontraría con una gran mentira, aquel hombre ya no la quería, simplemente había decidido organizar su vida sin ella, claro esta y Samantha no quería ser de nuevo parte de una historia de tres. El dolor era evidente, era increíble como sus corazonadas, corazonadas jóvenes, pero de mujer eran toda una realidad. Decidió hacer una pausa y entrar a Le Dauphin, un café de la ciudad ubicado en la 167 Rue St. Honoré. Metro. Palais Royal, Musée du Louvre. Samantha adoraba este lugar. Era una típica brasserie y café en la esquina norte del Louvre, justo después de André Malraux Square. Le Dauphin había sido abierto en 1945 y aún mantenía ese sabor a historia que a ella tanto le gustaba. El salón le ofrecía un ambiente de luz tenue y tranquilo que contrastaba enormemente con el bullicio de la calle donde se encontraba. Definitivamente ella adoraba este lugar de ambiente romántico y propicio para un beso.

Entra al café, se acomoda, llama al joven que la atiende y ordena un petit café.
- Encore un petit café, pour te tenir debout avant de retourner, t'ensevelir dans ton trou, vant d'aller rêver que tu es lumineux, heureux.

Al lado izquierdo de donde se encontraba, un hombre reconoce su voz dulce y afónica, se acerca a ella le tapa los ojos, le habla al oído y pronuncia estas palabras. Has cambiado el vino tinto por una taza de café. Samantha reconoce inmediatamente su voz sabía de quien se trataba, Gabriel, aquel hombre que una vez se atrevió a escuchar retazos de su historia, estaba enfrente de sus ojos. Ahora la situación era distinta Samantha comenzaba a esclarecer y resolver situaciones, estaba preparada para contar otros cuantos retazos de esta historia que parecía no tener fin.

Sus ojos se alegraron al verlo, no era común ni podía ser casualidad que en una ciudad como Paris se encontrara con una cara familiar, una cara que sabía que había dentro y detrás de su vida.

Samantha- Vaya Gabriel que grata sorpresa me has dado. Siempre es bueno ver un rostro amable y cercano en esta ciudad.

Gabriel- Lo mismo opino yo, nunca imagine volverte a ver. Pero no creo que sea necesario buscar explicaciones a nuestro reencuentro. La vida se encargara de dar sus justificaciones a veces a corto o largo plazo. Por el momento me gustaría saber qué ha pasado con la mujer del tango. ¿Sigues jugando con fuego? (Sonrío)

Samantha- Al verte no me atrevo a mentir, podría hacer el intento de mirarte fijamente a los ojos sonreír y decir que mi vida marcha bien, anda de maravilla y que las heridas se han ido sanando poco a poco, pero no es así. Siento un dolor fuerte, tan fuerte que no se si los dos podamos compartir el mismo cuerpo, siempre he pensado que el dolor es otro ser, inmortal que se alimenta de los mortales para poder sobrevivir, pero creo que por el momento debería abandonarme a mi. No solo es fuerte sino también incomodo, son de esos dolores que te estorban que quisieras sacártelos del corazón empacarlo sin cuidado en una bolsa negra de basura y que se lo lleve el camión a ese lugar en donde debe estar.

Gabriel- ¿Y a qué lugar te refieres específicamente?

Samantha- ¿es obvio no? como dirían acá en Paris a le boueur, es decir a ese lugar donde esta la basura, al basurero. Y ahí que se pudra, que se renueve, y que se convierta en otra cosa muy distinta a la que era, quizás en algo orgánico, en algo que a la larga sirva para algo . Pero hasta el reciclaje tiene su proceso. ¿Sabes una cosa? odio los procesos, odio el tiempo y mas cuando se prolonga. Quisieras estar en un sueño “casi eterno” mientras la vida hace de las suyas y vuelve a poner las cosas en su lugar. ¿Si me entiendes?

Gabriel- Intento.

Samantha. - Te pregunto ¿Cuánto tiempo se puede soportar esta clase de procesos? ¿Cuánto tiempo hay que vivir con un nudo en la garganta que parece una bola de pelos atragantada? , ¿En qué momento las mariposas que se sentían en el estomagó por aquella persona se convirtieron en parásitos, que no solo se nutren de lo que hay en mi sino que también me enferman, me marchitan, me apagan, me secan. Son de esos amores que incomodan tanto que molestan, para dormir, comer, hablar, bañarse, cepillarse los dientes o simplemente mirarse al espejo.

Gabriel- ¿Por qué mirarse al espejo?

Samantha –Porque son de esos dolores que te transfiguran, que no te dejan saber bien quién eres, te ves rara y además te sientes rara.


Samantha- Quisiera algo parecido a la amnesia ¿si?

Gabriel- Si. Se a lo que te refieres.

Samantha – ¿Sabes que inventaría yo? una pepa para olvidar, un laxante para sacar todo ese dolor que hay adentro, que se vaya por un caño o por una alcantarilla. Que se vaya a los lugares más oscuros de este mundo, pero no al corazón de las personas. Una receta medica que curara el alma. Te cansas de las frases cliché, de que te repitan lo mismo, te cansas de saber lo mismo y siempre lo mismo y saber que así no quieras no hay mejor cura que el tiempo.

Gabriel. Todos quisiéramos descubrir aquel secreto, me gustaría decirte algo distinto, que no te hayan repetido los demás o al menos sonara diferente pero por mi experiencia y por la manera en que he percibido el mundo, creo que lo que hay que hacer es arrastrarse al principio, gatear después, coja mas adelante y de repente un día estarás de nuevo caminando, erguida, orgullosa de haberlo logrado, con nuevos aprendizajes en el alma y dispuesta a volverte a arriesgar.

martes, 6 de abril de 2010

Samantha

Samantha se metería en la madriguera, sin pararse a considerar cómo se las arreglaría después para salir. Al principio, la madriguera del conejo se extendía en línea recta como un túnel, y después torció bruscamente hacia abajo, tan bruscamente que ella no tuvo siquiera tiempo de pensar en detenerse y se encontró cayendo por lo que parecía un pozo muy profundo. El pozo era en verdad profundo, o ella caía muy despacio, porque mientras descendía, tuvo tiempo sobrado para mirar a su alrededor y para preguntarse qué iba a suceder después de todo lo que le había ocurrido. Primero, intentó mirar hacia abajo y ver a dónde iría a parar, pero estaba todo demasiado oscuro para distinguir nada.

¡Vaya! Pensó Samantha. ¡Después de una caída como ésta, rodar por las escaleras me parecerá algo sin importancia! ¡Qué valiente me encontrarán todos! ¡Ya en estos momentos ni siquiera lloraría, aunque me cayera del tejado
-Me gustaría saber cuántas millas he descendido ya -dijo en voz alta-.
-¡A lo mejor caigo a través de toda la tierra! ¡Qué divertido sería salir donde vive esta gente que anda cabeza abajo! Los antipáticos, creo... tendré que preguntarles el nombre del país. De pronto, ¡cataplum! Samantha fue a dar sobre un montón de ramas y hojas secas. La caída finalmente había terminado se levantó de un salto y encontró un letrero que decía “Samantha en el país de las maravillas”.

Quizás para el rodaje de esta nueva película, Tim Burton le aconsejará a ella inventar una Samantha que conservará, a lo largo de los años, el mismo corazón sencillo y entusiasta de su niñez, y que reuniría a su alrededor a otros chiquillos, y hará brillar los ojos de los pequeños al contarles un cuento extraño, quizás este mismo sueño del País de las Maravillas que había tenido años atrás; Samantha sentirá las pequeñas tristezas y grandes alegrías al recordar su propia juventud.

Tim Burton Además le advertirá que en la vida se encontrará con conejos blancos a quienes seguirá locamente, y su persecución la desembocará en aventuras y descubrimientos, también podrá dar con algunos sombreros locos con quienes tomará “algunas meriendas locas”, aparecerán y desaparecerán otras personas parecidas al gato de Cheshire y no faltarán además unas cuantas Reinas o Reyes de corazones de muy mal genio y rápidos para sentenciar a quien ose ofenderlos mínimamente. Pero, ella aprenderá a manejar rápidamente a estos personajes dentro de la película porque estos solo hicieron parte de “Samantha en el país de las pesadillas” y ella no debe permitir que nadie ni nada entorpezca su nuevo rodaje. Rodaje que ha comprendido a "la lujuria como enriquecimiento de la vida".

viernes, 19 de marzo de 2010

¿Decime Dios dónde estás?

¿Por qué Samantha baila tango?

El recuerdo de sus más íntimos deseos.


Herida por la fertilidad de los deseos, danza su alma, prendida de un hilo, vagando por el silencio, escrutando agonías, aboliendo mil tormentas, enfrentada a pesadillas ahogadas en solución de salina. Impaciente grita a las nubes. No encuentra respuesta alguna. Marcada por los días de pensamiento infinito, ansiedad y tristeza, ella se ha atrevido a considerar que parte de la liberación de la mujer, una gran parte en realidad, se basa en poder superar los propios escollos que la sociedad puso en el camino. Simplemente permitirse ser mujer es poder gozar sin culpa, sin darle la espalda a la palabra sexo, sin tener que justificar por qué se hace o cuantas veces se hace. Samantha la mal llamada prostituta por sus padres, decidió un día ir en busca de su propio mundo.

Ella sabía que en cualquier momento de la vida se podía perder el camino pero que lo importante era llegar al destino con dignidad. Consideraba que su familia no era ella, que estaba junto a ella, componía parte de su mundo, pero no era su propia identidad. Es por esto que un día decidió otorgarse cierto permiso especial. Tenía claro que rebelarse contra los demás era algo más o menos natural, pero que, no obedecerse a sí misma era aún más importante; no obedecer a esa conciencia excesivamente tiránica en la que a veces la había envuelto su propia esfera familiar. Quería dejar atrás los miedos y permitirse cosas. Permitirse decir y vivir cosas que de pronto la hicieran arrepentirse cuando estuviera más vieja. Ella quería luchar cada día por ser y existir, luchar cada día por vencer esos frenos, luchar cada día para que fluyera lo que sentía.

Ella gritaba al vació, que le devolvía su voz escarchada, reclamaba a su padre su cruel ausencia, no encontraba de nuevo respuestas. Tras aquel largo abandono, Samantha buscó esa figura, paterna y masculina a la que en muchos momentos anhelaba y deseaba abrazar, en: el tango, y ¿por qué en el tango? ¡Porque el tango es macho!, ¡porque el tango es fuerte! ¡Tiene olor a vida, tiene gusto a muerte! Recurrió al tango como manera de expresar pensamientos tristes que podían bailarse. Recurrió al tango como a ese viejo amigo al que sintió que perdió hace algunos años. Solo buscó en él permitirse ser escuchada, desahogarse, reclamar y llorar. Llorar de una manera distinta, pero llorar. “Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas y los puertos. Empaparse el alma, el cuerpo, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarse, a nado, de su propio llanto”. El tango siempre le había dicho-Samantha Llorarlo todo, pero llorarlo bien. “Llorarlo con la nariz, con las rodillas, llorarlo por el ombligo, por la boca. Llorar de amor, de hastío, de alegría. ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!”

Acompañada constantemente del tango Samantha cantaba y reclamaba en voz alta; "Le dí la cara a la vida y me la dejó marcada. En cada arruga que tengo llevo una pena guardada. Yo me jugué a cara o cruz. Iba todo en la parada. Llegó el tiempo del barajo y me dejó como estaba. Si sos audaz te va mal. Si te parás se te viene el mundo encima. ¿Decime Dios, donde estás que te quiero conversar? Si para unos fui bueno otros me quieren colgar. Mientras me estoy desangrando vivo sentado esperando el día del juicio final. Decime, Dios, donde estás que me quiero arrodillar".

Reflejada en una copa de vino tinto, sentada junto a la estampita del Divino Niño que tenía encima de la mesa de noche, Samantha le seguía hablando a Dios con el corazón y al oído le pedía y le repetía que: Yo pueda llorar menos de tristeza y más de alegría, que mi llanto no sea en vano, que en vano no sean mis dudas. Que yo sepa perder mis caminos pero que sepa recuperar mis destinos con dignidad. Que yo no tenga miedo de nada, principalmente de mí misma: que yo no tenga miedo de mis miedos. Que me quede dormida cada vez que vaya a derramar lágrimas inútiles, y despierte con el corazón lleno de esperanzas. Y que yo haga de mí una mujer serena, dentro de mi propia turbulencia. Así sea.